Los matones del colegio y las alumnas malintencionadas han existido desde siempre, pero la tecnología les ha ofrecido una nueva plataforma para actuar. En calidad de adultos, cada vez nos damos más cuenta de que la frase "a palabras necias, oídos sordos" ha dejado de ser cierta. Los insultos, sean reales o virtuales, pueden tener graves consecuencias emocionales en niños y adolescentes.
No siempre es fácil saber cómo y cuándo intervenir en calidad de padres. Para empezar, nuestros hijos tienden a utilizar la tecnología de una forma diferente a la nuestra. Los niños de hoy en día empiezan a jugar a juegos virtuales y a enviarse mensajes de texto (SMS) con sus móviles desde muy pronto y la mayoría de adolescentes disponen de teléfonos inteligentes que los mantienen conectados constantemente a Internet. Muchos están conectados a Facebook y participan en chats o se envían mensajes de texto durante todo el día. Hasta el hecho de enviar un correo electrónico o de dejar un mensaje de voz en un contestador automático les puede resultar de lo más anticuado. Su conocimiento del mundo digital puede resultar intimidador para un padre, pero si usted se involucra en el mundo virtual de su hijo del mismo modo que en su mundo real, podrá ayudar a protegerlo contra las múltiples amenazas de Internet y del mundo virtual.
Afortunadamente, nuestra creciente conciencia sobre el acoso escolar cibernético o "ciberacoso escolar" nos ha ayudado a aprender a prevenirlo. He aquí algunas recomendaciones sobre qué puede hacer si el acoso escolar se ha convertido en una parte de la vida de su hijo.
¿Qué es el acoso escolar cibernético?
El acoso escolar cibernético consiste en utilizar la tecnología para acosar, amenazar, avergonzar, intimidar o criticar a otra persona. Por definición, se produce entre niños y/o adolescentes. Cuando está implicado un adulto, se adapta a la definición de ciberacoso o ciberacecho, un delito que puede tener consecuencias legales e implicar condenas de cárcel.
A veces el acoso escolar cibernético es fácil de detectar; por ejemplo, su hijo le puede enseñar un mensaje de texto, un mensaje enviado a través de Twitter o una respuesta a una actualización de Facebook que sea violento, cruel o claramente malintencionado. Hay otras formas de acoso que son menos evidentes, como suplantar a alguien a través de Internet o colgar información personal, fotos o vídeos para avergonzar o herir a otras personas. Algunos niños informan de que se pueden crear cuentas, páginas web, o nombres de usuario falsos con la única intención de acosar y acechar a supuestas víctimas.
El ciberacoso escolar también puede ocurrir de forma completamente accidental. El carácter impersonal de los mensajes de texto (MSM), los mensajes instantáneo (MI) y los correos electrónicos puede dificultar la identificación del tono de quien los escribe: un chiste para una persona puede ser un insulto demoledor para otra. De todos modos, cuando se detecta un patrón repetido en una serie de correos electrónicos, mensajes de texto o comentarios publicados en Internet es muy raro que se trate de algo accidental.
Una encuesta realizada en EE.UU. en el año 2006 por la organización, Fight Crime: Invest in Kids (Lucha contra el delito: invierta en los niños), reveló que uno de cada tres adolescentes y uno de cada seis preadolescentes habían sido víctimas del acoso escolar cibernético. Conforme más y más niños vayan accediendo a los ordenadores y los teléfonos móviles, lo más probable que la incidencia del ciberacoso escolar se incremente.
Efectos del acoso escolar cibernético
El acoso escolar ha dejado de limitarse al patio de la escuela y los callejones y ahora puede ocurrir tanto en casa como en la escuela y prácticamente durante las 24 horas del día. Mientras los niños puedan acceder a un teléfono, un ordenador u otro dispositivo informático (como un Tablet), se exponen a ese riesgo.
El acoso cibernético extremo o de carácter crónico puede exponer a las víctimas a un mayor riesgo de desarrollar ansiedad, depresión u otros trastornos relacionados con el estrés. En algunos casos sumamente infrecuentes, pero sobre los que se ha escrito mucho, algunos niños han acabado recurriendo al suicidio.
El castigo de los acosadores escolares cibernético puede incluir la expulsión del centro de estudios o del equipo deportivo. Ciertos tipos de ciberacoso también pueden infringir las normas del centro de estudios o incluso las leyes contra el acoso sexual o contra la discriminación.